Texto 3. Auténticamente yo y por qué está bien imitar y luego dejar de imitar.

Siempre tuve una sensación desde que tengo memoria de sentirme diferente. Hay muchas obras de arte, en todas las artes, en las que se romantiza el ser diferente. El punto es... nadie es realmente diferente, sólo es una ilusión. Sí, una vez más en este blog desenmascaramos al ego y lo que nos hace sentir que ser diferentes nos hace superiores. Por ejemplo, en "El Principito" somos diferentes en medida que nos conectamos con otros. Bueno, esa es una buena forma de ser diferente y no del montón, porque nos referimos a ser diferentes para alguien que nos ama (en alguno de sus niveles). Es un bonito pensamiento pero no debe darnos significancia. Es decir, no debemos depender de otros para asimilar nuestra significancia, aunque sí somos diferentes personas en la cabeza de quienes nos perciben.

Recordemos que mucha cabeza nunca es buena.

Hace tiempo, mi pareja me habló de cómo el ego es una distorsión de la mente humana y de su sentido de supervivencia. Como animales, buscamos sobrevivir, y el ego, como extensión intelectual de nuestra existencia, es precisamente la versión psicológica del apego al ser (en el sentido del instinto y de la auto preservación, no del "ser" puro como tema espiritual).

Somos esponjas desde que nacemos, y es curioso pensar en qué punto de la historia "copiar" fue considerado algo negativo siendo que esa misma acción llevó a mucho progreso (por llamarle así) de la humanidad. No creo que paremos tampoco, aunque en el ámbito creativo se regule desde hace siglos.

Por imitación de los padres incluso muchos niños evitan imitar a otros e incluso les molesta ser imitados, pero qué no se aprende, qué puede existir en el cerebro sin ser percibido antes aunque sea de una manera un poco distinta. Aprendí en la carrera que si no absorbes no creas y entre más absorbas más material hay dentro para mezclar, pero finalmente imitamos. La creatividad imita.

Cuando estaba en bachillerato tuve una especie de "banda" que fracasó porque nunca se me dio la música pero además pretendía tocar por fanatismo algunas canciones de mi grupo favorito de ese entonces. Mi hermano, que es músico, sugirió que cuando quieres crear algo inspirado en algo más no te inspires sólo en eso que te cautivó sino en las fuentes de inspiración que tuvo el creador de esa obra/ platillo/ creación.

Creo que no hay nada más romántico para mí que mi pareja me hable de sus múltiples lecturas, de su interiorización, de cicatrización, de espiritualidad... Es como si me alimentara suculentas uvas. Sólo espero que las uvas que yo le doy sean igual de suculentas, no lo sé.

Cuando era más joven, la literatura, las películas, la música que yo escuchaba, leía, veía, eran tan dramáticas, que cuando empecé a tomar terapia me sentí gris. Dije "ahora qué voy a crear". Entonces entran en juego las uvas suculentas que no sólo le da a uno la pareja. Hay que ver amigos, hablar con desconocidos, tomar el sol, respirar aire fresco, desempolvarse y no ver quizá tanta obra sino también vida, y ahí está la inspiración, así las obras pueden imitar a la vida y no las obras a las obras en un vicio, pero las obras también son experiencia y también son parte de la vida.

Hay que quitarse un poco las niñerías de decir "eres un copión (o copiona)". Como cuando la prima se enojó de que me peiné igual que ella (siendo que era moda, ni siquiera un real caso de copia). No se puede inventar el hilo negro aunque pensamos que sí. Existen las tendencias y no somos dueños de nada ni por ser los primeros. Pero siempre nos creemos tan grandes y tan importantes, que olvidamos ser felices y disfrutar, y nos vamos mucho con la paranoia de la autenticidad, de querer ser diferentes y únicos, y lo somos porque no hay dos pero no lo somos porque nuestras diferencias son irrelevantes cuando nos resumimos a polvo, a poco más que nada.

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