Texto 1. Cómo aportar un poco de revolución a la sociedad sin generar más odio.


No sé si les ha pasado que les asombra la cantidad de sabiduría que se puede drenar de las redes sociales cuando hacemos a un ladito el odio, que parece normativo, tan sólo por un momento. Es el caso de esta frase que leí en un tweet y de la cual no puedo recordar precisamente al autor pero dice: “No me puedo enojar con alguien que no es consciente de lo que hace (o dice, no recuerdo bien)”. Quizá al momento no me impactó pero me hizo sentido y con el tiempo sí que me ha servido en momentos en los cuales usualmente mi enojo saldría a flote.

Lo que quiero decir es que solemos despotricar y canalizar todo nuestro odio hacia una persona en particular cuando esta hace algo que no aprobamos. Naturalmente con la globalización y el auge de las redes sociales, nos enteramos de los infortunios que sufren personas que están totalmente fuera de nuestra vida cotidiana, fuera de nuestro país y hasta de nuestro continente. Y esa opinión que expresamos tan duramente contra otros (probablemente desconocidos) muchas veces no llega a donde quisiéramos, no tiene el impacto que esperamos. En pocas palabras, no cambia nada.

La libertad de expresión es un derecho de todos, sin embargo no me expreso yo cuando juzgo y hiero a otros. Expresarse implica aceptar las emociones propias primero que nada, y entonces hacerse una pregunta: ¿Qué pretendo lograr cuando emito este juicio? Puede ser que solo busque una validación de mí mismo, o que repudie algunas conductas y me falte un poco de empatía para ponerme en el lugar del otro. Un ejemplo, esperar de una persona de bajos recursos que viene de un país en desarrollo que tenga preconcebidos comportamientos propios de los valores de una sociedad más “educada”. No es imposible, pero no es lo natural para ese individuo. Habría que ver qué actos trascendentes estoy llevando a cabo para de hecho cambiar algo y no solo quedarme con mi ego pensando “yo soy mejor porque actúo diferente”. Enojarme con la madre prematura porque es negligente, enfadarme porque otros no son suficientemente civilizados de acuerdo a los estándares de mi clase y círculo social, es no quererse bajar del pedestal en el que nos ponemos como parte de un estrato socioeconómico. Es fácil decir “está mal” desde una posición favorable, pero no ayuda en nada, por el contrario, segrega, no sólo a otros sino a nosotros mismos, cuando al final nuestra posición en este plano es aleatoria.

Las emociones son inevitables, querer alimentar el ego es inevitable, pero no es imposible hacer consciencia y evitar que dichas características propias de nuestra naturaleza sean nocivas hacia otros. Sí podemos ser poco a poco una sociedad más tolerante, que critica menos y hace más. Que sabe expresarse con respeto y que no se enoja con quien no ha hecho consciencia. Podemos criar a nuestros hijos con más consciencia, podemos ser más compasivos cuando alguien no piense igual, dígase personas machistas o ultra conservadoras. Odiarles, aunque pareciera kármico, es contraproducente. Luchar odio con odio no va a llevar a ninguna parte.

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