No sé si les ha
pasado que les asombra la cantidad de sabiduría que se puede drenar de las
redes sociales cuando hacemos a un ladito el odio, que parece normativo, tan
sólo por un momento. Es el caso de esta frase que leí en un tweet y de la cual no
puedo recordar precisamente al autor pero dice: “No me puedo enojar con alguien
que no es consciente de lo que hace (o dice, no recuerdo bien)”. Quizá al
momento no me impactó pero me hizo sentido y con el tiempo sí que me ha servido
en momentos en los cuales usualmente mi enojo saldría a flote.
Lo que quiero
decir es que solemos despotricar y canalizar todo nuestro odio hacia una
persona en particular cuando esta hace algo que no aprobamos. Naturalmente con
la globalización y el auge de las redes sociales, nos enteramos de los
infortunios que sufren personas que están totalmente fuera de nuestra vida
cotidiana, fuera de nuestro país y hasta de nuestro continente. Y esa opinión
que expresamos tan duramente contra otros (probablemente desconocidos) muchas
veces no llega a donde quisiéramos, no tiene el impacto que esperamos. En pocas
palabras, no cambia nada.
La libertad de
expresión es un derecho de todos, sin embargo no me expreso yo cuando juzgo y
hiero a otros. Expresarse implica aceptar las emociones propias primero que
nada, y entonces hacerse una pregunta: ¿Qué pretendo lograr cuando emito este
juicio? Puede ser que solo busque una validación de mí mismo, o que repudie
algunas conductas y me falte un poco de empatía para ponerme en el lugar del
otro. Un ejemplo, esperar de una persona de bajos recursos que viene de un país
en desarrollo que tenga preconcebidos comportamientos propios de los valores de
una sociedad más “educada”. No es imposible, pero no es lo natural para ese
individuo. Habría que ver qué actos trascendentes estoy llevando a cabo para de
hecho cambiar algo y no solo quedarme con mi ego pensando “yo soy mejor porque
actúo diferente”. Enojarme con la madre prematura porque es negligente,
enfadarme porque otros no son suficientemente civilizados de acuerdo a los
estándares de mi clase y círculo social, es no quererse bajar del pedestal en
el que nos ponemos como parte de un estrato socioeconómico. Es fácil decir
“está mal” desde una posición favorable, pero no ayuda en nada, por el
contrario, segrega, no sólo a otros sino a nosotros mismos, cuando al final
nuestra posición en este plano es aleatoria.
Las emociones son
inevitables, querer alimentar el ego es inevitable, pero no es imposible hacer
consciencia y evitar que dichas características propias de nuestra naturaleza
sean nocivas hacia otros. Sí podemos ser poco a poco una sociedad más
tolerante, que critica menos y hace más. Que sabe expresarse con respeto y que
no se enoja con quien no ha hecho consciencia. Podemos criar a nuestros hijos
con más consciencia, podemos ser más compasivos cuando alguien no piense igual,
dígase personas machistas o ultra conservadoras. Odiarles, aunque pareciera
kármico, es contraproducente. Luchar odio con odio no va a llevar a ninguna
parte.
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