A veces tengo mucha energía.
¡Qué bueno! Hay tanto que hacer.
Quiero organizar mi tiempo, que alcance a hacer todo.
Siendo honesta, en ese punto es cuando empiezo a juzgar a los demás que no pueden hacerlo todo.
Me siento una "perra". La mejor.
Con depresión y todo, me la rifo para que todo esté bien. Las habitaciones recogidas, la ropa limpia y en su lugar.
Y así todos los días, hasta desfallecer.
Hasta que un día me pregunto para qué.
Ya no puedo más. Me agoté.
Me percato de que no estoy haciendo nada para mí, y de que, a pesar de todo, no soy feliz.
Me gusta cuidar de mi entorno y que a mis hijos les vaya bien en la escuela; jugar con ellos, que sean felices.
¿Y yo?
Algo falta. Tiene meses que no veo a mis amigas.
Tengo a la mano mi horario donde dice qué y cuándo me toca hacer qué cosa.
La rompo. Me vengo dando cuenta de que a veces soy demasiado abusiva conmigo misma.
Lo peor de todo es que siempre he creído que está bien.
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